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domingo, 11 de noviembre de 2018

248 - EL CUARTEADOR - (Francisco Fiorentino Y Aníbal Troilo / Angel Vargas y Angel D'Agostino / Roberto Malestar y Francisco Canaro)

EL CUARTEADOR es un tango de 1941 cuya música y letra pertenecen a Enrique Cadícamo. ​Ese mismo año lo grabó Francisco Fiorentino en la orquesta de Aníbal Troilo y al año siguiente lo registró Ángel Vargas con la orquesta de Ángel D'Agostino. El título y la letra se refieren a un antiguo oficio que existía en Buenos Aires y Montevideo.

La letra alude al oficio que existía en las ciudades como Buenos Aires o Montevideo, cuando todavía había calles sin asfaltar y el cuarteador era hábil para desatascar con la ayuda de sus caballos a los carros que estaban atrapados en el barro o que no lograban subir una barranca por las calles empinadas. ​El nombre cuarteador se debe a que la tarea se hacía con el lazo auxiliar que se llamaba cuarta aludiendo a las cuatro partes en que inicialmente se lo doblaba para darle más resistencia. Se usaba el verbo cuartear para indicar la acción de ayudar con la cuarta y, por extensión, la de prestar cualquier tipo de ayuda. ​El Uruguay emitió un sello postal dedicado a este oficio.

La letra comienza:
Yo soy Prudencio Navarro,
el cuarteador de Barracas.
Tengo un pingo que en el barro
cualquier carro
tira y saca.

Enrique Cadícamo contó en sus Memorias que había comprado un minipiano "Carlit" para ayudarse en la composición de temas y que cuando se le ocurrió probar a escribir letras y adaptarles él mismo la música y que la primera de sus obras de esa serie fue El cuarteador, que firmó como Rosendo Luna. En una de las visitas que le hizo Troilo se lo hizo escuchar, lo entusiasmó y días después lo estrenó en Radio El Mundo y en el cabaré Tibidabo en la voz de Fiorentino con gran éxito.

Les dejo las dos versiones anteriormente citadas de FRANCISCO FIORENTINO con la orquesta de ANÍBAL TROILO Y la de ANGEL VARGAS con la de ANGEL D'AGOSTINO. A ellas le sumo otra que, a mi parecer, también es excepcional, la de ROBERTO MALESTAR acompañado por la orquesta del gran FRANCISCO CANARO.


Anibal Troilo y Francisco Fiorentino




Ángel Vargas y Ángel D'Agostino




Roberto Malestar y Francisco Canaro


miércoles, 31 de octubre de 2018

240 - BUENOS AIRES - (Carlos Gardel / Aníbal Troilo y Francisco Fiorentino / Hugo del Carril)

BUENOS AIRES es un tango cuya letra pertenece a Manuel Romero en tanto que la música es de Manuel Jovés, que fue estrenado el 22 de febrero de 1923 en la obra En el fango de París, de autoría de Romero, en el Teatro Maipo de Buenos Aires que representaba la compañía Morganti-Mary-Gutiérrez. El tango fue cantado en la obra por Morganti y el mismo año lo grabó Carlos Gardel con acompañamiento de guitarras.

José Mármol en 1843 en su poema A Rosas había llamado a Buenos Aires, la Emperatriz del Plata y Esteban Echeverría en su poema Avellaneda la denominó Reina del Plata en 1849 pero Buenos Aires fue el primer tango en el que esta ciudad, humanizada, es la protagonista principal, no una mención secundaria, y su letra “expresa la verdadera naturaleza del amor que el porteño profesa a su ciudad”.

La crítica de la obra de teatro publicada por El Diario dijo que en ella se cantaba “un tango patriotero” en tanto La Prensa después de narrar que el shimmy y el tango interpretados en la obra fueron muy aplaudidos, afirmaba que “Tal vez sea esa razón suficiente para demostrar el acierto con el que proceden los que dan al público lo que el público quiere, sin preocuparse de lo que ello represente bajo el complejo aspecto de una razón primordial de arte”. Por su parte La Montaña se refirió al “bonito tango Buenos Aires” señalando que fue tan del agrado del público que debió repetirse en tanto Última hora dijo que con el tango “obtuvo un éxito personal Morganti” y anticipó “ha de tener una rápida popularización”.

Después de la grabación para la discográfica Odeon que hiciera Gardel con el acompañamiento de los guitarristas José Ricardo y Guillermo Barbieri en 1923, el cantor realizó otra en 1930 agregando un piano a las guitarras. En 1941 lo grabó Francisco Lomuto con la voz de Jorge Omar para RCA Victor, en diciembre de 1942 lo hizo Aníbal Troilo con la voz de Francisco Fiorentino para RCA Victor y en 1952 volvió a grabarlo, esta vez en TK y con la voz de Jorge Casal. En abril de 1956 lo registró Carlos Di Sarli con la voz de Roberto Florio para RCA Victor.

Otras versiones fueron registradas por Hugo del Carril, Héctor Mauré y Edmundo Rivero y por las orquestas de Francisco Canaro con la voz de Alberto Arenas, Eduardo del Piano con la voz de Héctor de Rosas, Armando Pontier con la voz de Carlos Casado, el Quinteto Real, Donato Racciatti con el cantor Carlos Roldán y Florindo Sassone con la voz de Oscar Macri.

Pero es la primera versión de CARLOS GARDEL, la de 1923, la que les voy a dejar en primer lugar puesto que realmente se trata de una verdadera reliquia. No me perdonaría privarles de que escucharan la soberbia versión de Buenos Aires que realizaran ANIBAL TROILO y FRANCISCO FIORENTINO en 1942 y por último les voy a dejar la interpretación de HUGO DEL CARRIL cuando cantó en Cuba en 1941 y donde primero recita y luego canta este tango.


Carlos Gardel




Anibal Troilo y Francisco Fiorentino




Hugo del Carril


domingo, 21 de octubre de 2018

229 - VIEJO CIEGO - (Roberto Goyeneche / Charlo y Francisco Canaro / Fiorentino y Astor Piazzola)

A mediados de 1925, la revista “El alma que canta” que incluía los tangos de moda (Mi hermano la compraba siempre), organizó por idea de uno de sus redactores: Rómulo Avallone, un concurso de letras, bajo el eslogan: “Buscamos al poeta del tango”.

“La idea –decía Avallone- fue acogida con entusiasmo por Gardel, quien me confesó que estaba harto de cantar siempre los mismos temas: El hombre engañado, la crónica policial o el falso pintoresquismo de los conventillos.
El concurso fue un éxito, infinidad de autores mandaron sus trabajos. Hay que tener en cuenta –continúa-, que el premio consistía en la inmediata impresión de la pieza por una conocida editorial musical y que luego la grabarían, además de Gardel, las orquestas de Anselmo Aieta y Julio De Caro.
El jurado lo integrábamos Alfredo Navarrine, Dante Linyera y yo.
-Cuando se publicó la letra de EL VIEJO CIEGO, pese a que aparecían todas sin nombre, Cátulo Castillo que era amigo de Homero Manzi, la reconoció y la pidió para ponerle música. Le avisamos a Manzi que si le retiraba antes de la selección final quedaría automáticamente excluido, pero la idea de que su amigo y el pianista Sebastián Piana le pusieran música le hizo olvidar el concurso.
-Recuerdo que a los pocos días, Enrique Delfino se presentó en la redacción de la revista expresando que quería ponerle música a los versos de Manzi". (finaliza Avallone)

El tango lo estrenó Roberto Fugazot en esa obra de Ivo Pelay: Patadas y serenatas en el barrio de las latas (Ese barrio estaba en el fondo de Parque Patricios, cerca de la quema).
Hasta ese momento el uruguayo Fugazot sólo era segunda guitarra de Ignacio Corsini y dio un salto en su carrera afianzándose como cantor.
Escuchar este tema por el Polaco Goyeneche con el violín de Antonio Agri y la guitarra de Esteban Morgado, me pone la carne de gallina.
El Polaco ya estaba muy mal, pero… ¡Qué bárbaro!

José María Otero en "Tangos al bardo".

A la genial versión de ROBERTO GOYENECHE, citada anteriormente y que fue grabada en 1994, poco antes de su fallecimiento, vamos a agregar la de CHARLO en 1928, acompañado por la orquesta de FRANCISCO CANARO y también la de FIORENTINO a quien, en este caso, acompaña la orquesta de ASTOR PIAZZOLA y que fue grabada en el año 1946.


Roberto Goyeneche




Charlo y Francisco Canaro




Fiorentino y Astor Piazzola


jueves, 3 de agosto de 2017

187 - TABERNERO - (Ignacio Corsini / Aníbal Troilo y Fiorentino / Carlos Acuña / Carlos Gardel)

TABERNERO fue una de las grandes creaciones de Fiorentino con la orquesta de Aníbal Troilo. Años antes lo había grabado Carlos Gardel y me gusta recordar cómo se hizo esta página porque contiene unos ingredientes y anécdota muy interesantes.

A mí me la contó ambas Pepe Barcia, compañero y amigo en una revista que hacíamos en la Editorial Abril y en la cual yo era Jefe de Redacción y Barcia se ocupaba del turf. Era un buenazo, me regaló tres libros suyos y entre ellos, ése donde también relata la creación de Tabernero y que acá lo traigo.

En uno de aquellos inovidables almacenes con despacho de bebidas, la mayoría regentados por inmigrantes gallegos, situado en la inersección de las calles Rivadavia y Dolores, barrio de Flores, se reunían cotidianamente una barra de amigos. Esto sucedía en toda la Capital porteña, pero en este caso se trataba de un grupo de amigos, vinculados la mayoría, con el ambiente musical de la época.

Una noche llegó a la rueda, como lo hacía habitualmente, Raúl Costa Olivieri, que como tantos muchachos de la época querían emular a Gardel y Magaldi. Al tiempo de sentarse, anunció a sus amigos: "Traigo algo". Fausto Frontera, un violinista que anduvo tocando por Francia e Italia y compuso páginas como Cortando camino o Callejera entre otras, y Miguel Cafre, lo miraron perplejos y expectantes y Costa Olivieri comenzó a recitar unos versos que, luego con un lápiz, escribiría en el mármol de la mesa.

Cafre - que se apellidaba en realidad Cáfaro e integraba un dúo muy conocido con una muchacha apellidada Mendoza-, y Frontera no se demoraron en improvisar, midiendo al tanteo el tiempo de los compases, la melodía que encajaba en la letra, pero sin anotarla.

Al día siguiente, a hora temprana, se presentó Costa Olivieri en la casa de Frontera. Mostraba preocupación porque se le habían borrado de la memoria las estrofas creadas la noche anterrior de repente, al modo de los payadores.

-Vamos al almacén -sugirió Frontera- quizás todavía no hayan limpiado la mesa.

Efectivamente, éso sucedió y así se rescataron los perdurables octosílabos del tango Tabernero, estrenado el 19 de octubre de 1919 en el Teatro América de la calle Boedo, en una función a beneficio de los canillitas (vendedores de periódicos), por Cafre-Mendoza, y que grabaría en disco, antes que nadie, Ignacio Corsini.

Cuando se lo llevaron a Gardel, su franqueza no anduvo con rodeos. No sólo no le gustaba sino que dijo: Además Miguel (Cafre) lo canta muy bien y yo no podría hacerlo como él. Curiosamente, en 1927, estando en España, mientras iba en un taxi por Barcelona se lo oyó cantar al conductor del coche y Gardel le preguntó si ese tango que cantaba era un tango español.
-No, hombre, es un tango argentino y se llama Tabernero - respondió el chófer.

Gardel se entusiasmó entonces y lo grabaría con sus guitarristas José Ricardo y Guillermo Barbieri a los pocos días de aquel hecho, y porque las "escobas" del gran cantor lo conocían muy bien al tango, al que registraron con el título de "El tabernero".

José María Otero en "Tangos al bardo".

Escuchemos cuatro grandes versiones de este tango empezando por la primera en orden cronológico: la de IGNACIO CORSINI. Continuaremos con la de ANIBAL TROILO, que hizo toda una creación de este tema con la voz de FRANCISCO FIORENTINO. A continuación una de mis preferidas, la del gran CARLOS ACUÑA, para terminar con la irremplazable versión de CARLOS GARDEL.


Ignacio Corsini




Aníbal Troilo y Fiorentino




Carlos Acuña




Carlos Gardel




martes, 20 de junio de 2017

176 - PEDACITO DE CIELO - (Aníbal Troilo y Fiorentino / Alberto Podestá y Miguel Caló / Roberto Goyeneche / Luis Cardei)

Hay canciones que vuelven a uno en momentos menos pensados. Tal vez tenga que ver con la coloración del cielo, o con una imagen de infancia que de súbito aparece, sin anuncios y sin que uno hubiera estado detrás de ella. Puede que sea porque en la lectura de un libro, una palabra, una frase, la entonación quizá, nos regresa a acordes y versos de otros días, y de pronto estamos, como sin darnos cuenta, cantando. No sé cuál, en últimas, sea la explicación al fenómeno. No sé tampoco si haya que dar explicaciones.

La experiencia que voy a contar me llegó por la ventana. Estaba hojeando un libro de Simone de Beauvoir sobre la vejez. Cuando leí la frase “la historia romana demuestra que existe una estrecha relación entre la condición del viejo y la estabilidad de la sociedad”, me detuve, cavilé y mis ojos se levantaron de las páginas y se volaron por la ventana. La visión del frondoso carbonero, por cuyas ramas se coló un pedazo de cielo, me devolvió a años atrás, cuando escuchaba, en traganíqueles de bares de Bello, un vals tremendo, que al principio no me decía casi nada, porque, claro, todavía estaba en la edad de no tener recordaciones.

Los acordes de PEDACITO DE CIELO sonaron en mi cabeza y luego una voz interior comenzó a cantar: “La casa tenía una reja / pintada con quejas / y cantos de amor. / La noche llenaba de ojeras / la reja, la hiedra / y el viejo balcón”. Cerré el libro y me concentré en las viejas palabras del vals, escritas por el surrealista Homero Expósito, y musicalizado por Enrique Francini y Héctor Stamponi. En aquellos lejanos días, sonaba por Alberto Podestá, un cantante que conocí años después en un bar de San Telmo, una noche de vino y de señoras de edad, y que, por supuesto, se escuchaba en pianolas de Medellín, Bello y Envigado, con el acompañamiento de Miguel Caló.

Después, una versión de Fiorentino y Troilo, que se desgarraba en un bar del barrio Prado, me dejó turulato. Y el vals se introdujo en mí, sin darme cuenta. Por ósmosis urbana. Tenía (tiene) una cadencia irresistible y hablaba de dos que se enamoraron, se besaron, se amaron…, pero sobre todo, una frase irrevocable me hizo tambalear: “Los años de la infancia, pasaron, pasaron…”. Y ya para entonces la infancia había volado, tal vez como “un pájaro sin luz” y no sé si fue la imagen de la cara blanca de una muchacha de El Congolo que yo veía en un balcón y le mandaba besos aéreos y ella los devolvía con sonrisas y pétalos de las azaleas y bifloras que su mamá tenía allí sembradas, digo que no sé si fue esa la imagen que retornó a mí.

El pedazo de cielo de mi ventanal, a modo de flash back, me ponía de patitas en una calle del ayer. Y los versos del amoroso vals se desgranaban: “Recuerdo que entonces reías / si yo te leía / mi verso mejor / y ahora, capricho del tiempo, / leyendo esos versos / ¡lloramos los dos!”. Esta pieza, con otra que también se escuchaba en la voz de Podestá, Bajo un cielo de estrellas, nos hacía reconocer en casa, los diciembres, o en la celebración de algún cumpleaños de mis hermanos o del mío, los días del viejo barrio, con sus calles inevitables, de paisajes de ladrillo y cemento. Y coreábamos aquello de “mucho tiempo después de alejarme / vuelvo al barrio que un día dejé…”, y digo que más que cantar, gritábamos. Ya los años de la infancia andaban lejos.

Volví al libro y la frase siguiente me dejó aturdido: “Es probable que los antiguos romanos tuvieran la costumbre de desembarazarse de los viejos ahogándolos…”. El cielo, al que volví de inmediato, se hizo más azul, las hojas del árbol se movieron y el sol de la tarde brilló en la vidriera. Torné al vals, tal vez como un mecanismo de defensa: “Los años de la infancia pasaron, pasaron… / la reja está dormida de tanto silencio / y en aquel pedacito de cielo / se quedó tu alegría y mi amor” (con licencia gramatical y todo)… Luego, cerré el libro. Busqué la versión de Goyeneche y la puse en el reproductor.

“Los años han pasado / terribles, malvados / dejando esa esperanza que no ha de llegar / y recuerdo tu gesto travieso / después de aquel beso / robado al azar”, y la cara blanca, como de luna de arrabal, de la muchacha de aquel lejano balcón se apareció en mi ventana con árbol y cielo, y no hay por qué negarlo, un lagrimón me empañó el recuerdo. Entre tanto, el Polaco proseguía: “Tal vez se enfrió con la brisa / tu cálida risa, / tu límpida voz… / Tal vez escapó a tus ojeras / la reja, la hiedra / y el viejo balcón…”. Había en todo esto una especie de desazón por lo irremediable. Y —eso sentí— una suerte de apolillamiento en el ambiente.

¡Ah!, bueno. La vez que encontré a Podestá en un café de un clásico barrio porteño, unas señoras, todas muy viejas, se arrimaron a mi mesa y se interesaron por algunas historias de Medellín. Después, cuando ya el vino me tenía en la estratosfera, le pedí a gritos al cantor que me interpretara Pedacito de cielo. Y nada. Entonces, le impetré por maldad (ya el hombre estaba a punto de llegar a los setenta y cinco y su voz no daba para tanto) que quería escuchar su interpretación de Alma de bohemio. Lo único que dijo, no sin molestia, fue: “Dejá el chamuyo”.

Ahora —capricho del tiempo— Goyeneche frasea el vals aquel: “Tus ojos de azúcar quemada / tenían distancias / doradas al sol… / ¡y hoy quieres hallar como entonces / la reja de bronce / temblando de amor!”. Qué cosa. Digo que por acá, bajo el cielo antioqueño, jamás vi rejas de bronce, ni hiedras, pero sí un balcón con muchacha sonriente, a la que alguna vez, cuando la infancia todavía no era recuerdo, le arrojé un beso sin verso, con mucho corazón.

Reinaldo Spitaletta





Bien, a las versiones ya citadas por Spitaletta, de ANIBAL TROILOFRANCISCO FIORENTINO y la de ALBERTO PODESTÁ y MIGUEL CALÓ, sumamos la genial versión del polaco ROBERTO GOYENECHE, para después dejarles otra más, esta vez en vídeo: la de LUIS CARDEI en el Club del Vino en 1998.



Aníbal Troilo y Fiorentino




Alberto Podestá y Miguel Caló




Roberto Goyeneche




Luis Cardei



sábado, 22 de abril de 2017

116 - FAROL - (Osvaldo Pugliese y Roberto Chanel / Aníbal Troilo y Francisco Fiorentino / Roberto Goyeneche)

FAROL es un tango cuya letra pertenece a Homero Expósito en tanto que la música es de Virgilio Expósito, que fue grabado por primera vez el 15 de julio de 1943 por la orquesta de Osvaldo Pugliese con la voz de Roberto Chanel para la discográfica Odeon.

Grandes poetas del tango como Pascual Contursi, Homero Expósito, Celedonio Flores, Francisco García Jiménez, Alfredo Le Pera y Homero Manzi nombraron o evocaron el farol en sus obras. El farol que nombra Homero Expósito en 1943 en la letra de su tango es una reflexión mitológica. Después de ubicar la escena al final de la primera estrofa en “Un arrabal obrero, una esquina de recuerdos y un farol”, usa el farol para marcar el paso del tiempo agregando: “Farol, las cosas que ahora se ven, farol ya no es lo mismo que ayer”.

El periodista Manuel Adet escribía sobre el tema que nos ocupa:

”El farol es el barrio, la novia, la esquina, la cita con la muerte, el malevo resentido que fuma y espera, la cortada mistonga. El tango crea y recrea el mito del farol. Allí está todo: la soledad, la nostalgia, la tristeza, la ilusión. El farol es el farol de los pobres. No hay mitología de farol en los barrios ricos. El farol apenas alumbra, apenas arroja un cono de luz sobre la vereda; más allá hay oscuridad, penumbras, pobreza. No hay tango sin nostalgia, sin amores perdidos y sin farol. Es su puesta en escena…El farol habla de un Buenos Aires o de una ciudad que fue, que ya no existe. Es el pasado, pero no cualquier pasado, el farol es el pasado convocado por el mito.”

Además de la grabación antes citada de Pugliese y Chanel, otros grandes intérpretes registraron este tango. Entre ellos, Francisco Fiorentino cantando con la orquesta de Aníbal Troilo el 30 de septiembre de 1943 para RCA-Victor, Alfredo Belusi con la orquesta de José Basso para el sello Music Hall, Roberto Goyeneche con la Orquesta Típica Porteña dirigida por Raul Garello y Miguel Montero con acompañamiento orquestal.

De todas ellas les dejo para que escuchen las de OSVALDO PUGLIESE y ROBERTO CHANEL, la de ANÍBAL TROILO y FRANCISCO FIORENTINO y por último la del "polaco" ROBERTO GOYENECHE.


Osvaldo Pugliese y Roberto Chanel




Aníbal Troilo y Francisco Fiorentino




Roberto Goyeneche


114 - PERCAL - (Miguel Caló y Alberto Podestá / Aníbal Troilo y Francisco Fiorentino / Hugo del Carril)

PERCAL es uno de los mejores tangos que se ha escrito. Con música de Domingo Federico y letra de Homero Expósito, data de 1943 y destaca por la emoción discreta de su letra y lo bien confeccionado de su melodía.

El Percal es una de las telas más baratas y se utiliza como también percalina casi siempre para forrar los trajes o vestidos del lado de adentro y era utilizada en esa época para vestimenta de las personas más humildes, por eso dice el tango:

"Percal, 
¿te acuerdas del percal? 
Tenías 15 abriles, 
anhelos de soñar y amar..." 

Pero la chica, al ir al centro, se olvidó de toda su vida humilde al vestir con ropas caras... 

Alcanzó a ser un gran éxito cuando la censura prohibió su difusión por radio. Sus autores se presentaron en la oficina de Radiocominicaciones para averiguar por qué habían prohibido su tango. El funcionario les dio la siguiente explicación: “Porque no tiene una métrica poética: primero una palabra, debajo tres... eso no es literario”. Homero contesta: “Señor, yo escribo sobre la melodía. ¿Cuántas palabras quiere que ponga sobre dos notas?” El funcionario no se movió de su postura y continuó: “Pero además está el problema del tema, el sentido de la obra: eso de Tu casa ya no está..., eso de tenías quince abriles”. Entonces Homero pidió una máquina de escribir y comenzó a escribir:

“Vestida de percal
eres bonita igual
Llevabas dulce y rosa
tu percal de mariposa”. 

Lo terminó y lo leyó en voz alta. El funcionario dijo que ahora sí tenía sentido. Y Homero, mientras rompía el papel que había escrito, le dijo: “Esto es una porquería”.

Si las historias son reales o no poco importa, lo que hay que rescatar es que esa es la actitud que se debe tener frente a la censura. Porque esa condena que suelen ejercer los que se consideran dueños de la verdad siempre a perjudicado a cualquier manifestación artística, y es nuestro compromiso evitar que eso no vuelva a ocurrir.

MIGUEL CALÓ y su orquesta típica fue quien lo llevó al disco por primera vez, con voz de ALBERTO PODESTÁ, el 25 de febrero de 1945 para Odeón. Luego, un mes después, lo grabaron ANÍBAL TROILO y FRANCISCO FIORENTINO para Víctor y HUGO DEL CARRIL con el acompañamiento de la orquesta de Tito Ribero, el 13 de mayo de ese mismo año. Estas son las versiones que les dejo de este tango, todas en audio, pues desgraciadamente, no he encontrado ninguna de ellas interpretada en vivo.


Miguel Caló y Alberto Podestá




Aníbal Troilo y Francisco Fiorentino




Hugo del Carril