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domingo, 28 de mayo de 2017

155 - DUELO CRIOLLO - (Daniel Cortés / Adriana Varela / Carlos Gardel)

No había leído todavía nada sobre duelos cuando escuché en el Bar Florida, una vieja cantina de esquina en un barrio de Bello, el tango “DUELO CRIOLLO”. Al principio, no era más que una historia incomprensible, de la que apenas prestaba atención a algunos versos, al tiempo que la voz de Gardel, que ya reconocía porque papá y mamá hablaban del cantor que se quemó en Medellín y cantaban algunas de sus piezas, sin desafinar, digo que la voz iba desgranando la canción:

"Mientras la luna serena 
baña con su luz de plata 
como un sollozo de pena 
se oye cantar su canción…"

Me quedaban resonando palabras como plata, luna y pena, pero después, con los muchachos que nos sentábamos en la acera del bar, hablábamos de lo que queríamos ser cuando grandes y ahí, en ese punto, no faltaba el que quería ser astronauta, que por entonces la Guerra Fría (según supe después) había puesto en boga, incluidos la perra Laika y el señor Gagarin. Algún otro deseaba seguir los pasos de su padre, que era policía, y digo que a mí me ponía a rabiar su aspiración, porque, en esos días, los policías aparecían en el carro celular, o bola, o patrulla, para decomisarnos los balones e interrumpirnos los picaditos callejeros. No faltó el que quería convertirse en médico o en bombero (y por la cuadra vivía uno de ellos que tenía una hija que caminaba como pisando flores), o en cantante de la Nueva Ola.

Ya no recuerdo qué quería ser yo. A lo mejor atleta de cien metros planos, o futbolista del Deportivo Independiente Medellín, puntero derecho. El tango, en todo caso, se repetía, tal vez porque había algún parroquiano que echaba monedas al traganíquel y solo le gustaba la misma pieza. De pronto, como una atracción inconsciente, volvía a escuchar algunos de sus versos:

"La canción dulce y sentida 
que todo el barrio escuchaba 
cuando el silencio reinaba 
en el viejo caserón". 

Para mí, en esos instantes, nada significaban tales palabras.

Eran los tiempos en que los perros (o, mejor dicho, las perras) del barrio se nombraban Laika. Había una criolla amarilla que se paseaba enfrente de nosotros, cuando Gardel estaba en su interpretación. Alguien la espantaba, o le decía ¡usssh!, para provocar su ira, o le arrojaba un pedrusco. También había perros bautizados como Trotski, Nerón, Gitano, Júpiter, Capitán y ya no sé cuántos nombres más. En todo caso, a ninguno lo pusieron Gagarin, ni Apolo, ni Satélite. Ni cohete.

El cuento es que casi todos los atardeceres, cuando una luz malva se regaba por la plazoleta, que a su vez nos servía de cancha, el duelo criollo estaba repartido en el incipiente asfalto. Ah, sí, claro, eran tiempos de cuchilleros, pero nunca vi a dos que se batieran dentro del cafetín o en la calle. Tal vez usaban los puñales para disuadir. O, que tampoco era raro, para ir a asaltar a alguno con mala suerte. Se contaban historias de que Atehortúa, un malevo del barrio vecino, sabía paradas con la puñaleta, un esgrimista, una suerte de malabarista que ponía a bailar en sus dedos el arma, con la cual, además, pelaba mangos y naranjas y se limpiaba las uñas. Se tejían leyendas sobre otros puñaleteros de peligro de Pacelli, Prado, Niquía, la calle del Talego y otros barrios. Pero insisto: no vi ningún duelo. Además, como lo dije antes, el duelo no estaba dentro de mi repertorio de palabras. Que para desafíos de fútbol con los de otras barriadas, calles y callejones, jamás se habló de duelo, sino de selección. «¡Hey, vamos a jugar una selección!» Y entonces nos íbamos a la Manga Elena, a los baldíos junto a la quebrada La García, o a las canchas de Niquía, donde el viento del norte jamás se iba. Se jugaba por el honor del barrio.

Y volvían las frases del cantor:

"Cuentan que fue la piba de arrabal 
La flor del barrio aquel que amaba un payador". 

Y ahí sí que menos entendía: ni piba ni payador.

"Solo para ella cantó el amor 
al pie de su ventanal".

y de pronto esta parte de la historia sí la relacionaba con las serenatas, que entonces no faltaban en ninguna noche de arrabal.

"Pero otro amor por aquella mujer 
nació en el corazón del taura más mentao 
que un farol en duelo criollo vio 
bajo su débil luz, morir los dos". 

Qué vaina. Lo del taura me martillaba pero no podía saber su significado.

Pasó el tiempo. Pasó la cantina. Pasaron los muchachos de entonces. Y años después, me encontré con un relato de Manuel Mejía Vallejo, en el que dos hombres encerrados en un cuarto se matan a puñaladas; y luego, con los cuchilleros de Borges. Un día, un mi hermano cantó en medio de una inspiradora borrachera “Duelo criollo”, y las viejas palabras retornaron, como un recto a la mandíbula. Claras. Con sentido. En toda su dimensión trágica:

"Por eso gime en las noches 
de tan silenciosa calma 
esa canción que es el broche  
de aquel amor que pasó… 
De pena la linda piba 
abrió bien anchas sus alas 
y con su virtud y sus alas 
hasta el cielo se voló".

Reinaldo Spitaletta en todotango.com

Les dejo tres estupendas versiones de este tango al que puso música Juan Rezzano, mientras que la letra era obra de Lito Bayardo. La primera de DANIEL CORTES en una actuación realizada en el programa "la noche con amigos" por ATC, Canal 7 de Argentina; después la de ADRIANA VARELA también en la Television Publica (Canal 7) en 2014 y acabaremos con la de audio de CARLOS GARDEL.



Daniel Cortés




Adriana Varela




Carlos Gardel


jueves, 11 de mayo de 2017

136 - EL PESCANTE - (Raúl Berón y Lucio Demaré / Roberto Goyeneche y Armando Pontier / Daniel Cortés)

EL PESCANTE, tango de Homero Manzi y Sebastián Piana, pinta como pocos aquella Buenos Aires de calles empedradas por las cuales circulaban infinidad de carros con sus cargas destinadas al comercio: El papero ("¡Llegó la papaaaa nuevaaa!"), el lechero con su carrito fileteado, los de la Panificación... Época de corralones para alojar a los nobles matungos, de herrerías en los barrios para cambiar las herraduras de los cuadrúpedos. El Pescante se identifica con otros del mismo tenor como El carrerito, de Vaccarezza y De los Hoyos o Mano blanca, del mismo Manzi con música de Arturo De Bassi.

Homero Manzi (Manzione) bajó de su Santiago del Estero natal) y fue alojado para el estudio en el Colegio Luppi de Pompeya. Barrio de andurriales, de zanjas, de ranas, con potreros donde corrían los niños detrás de una pelota, el pitido del tren estremecía los patios abiertos de las casitas con malvones enlatados, y los olorosos jazmines del país que le daban aroma y color al humilde vecindario.

Por las noches se escuchaba chairar a las guitarras, en serenatas y en payadas interminables. Los cardales que bordeaban las vías del ferrocarril, crecían como si la pampa se hubiera estancado en los comienzos de la Gran Aldea. Existían antiguas pulperías en las que solían detenerse los hombres de a caballo que llegaban de Mataderos, esquivando los charcos y lagunitas que se formaban en el camino.

En una genial descripción de aquella zona alejada del centro, el propio Manzi la pintaba así:

-Desde la barranca de Boedo hacia el sur, se presentían Pompeya y Puente Alsina, con sus porrones, sus chimeneas y sus inundaciones; y hacia el norte, el último pedazo de Almagro, escenario de José Bettinotti, el pequeño muchacho zapatero, que inventó, vaya a saberse cómo, la primera canción de Buenos Aires. Y al otro lado, Cochabamba arriba, las calles anchas y los árboles verdes y hasta retazos de alfalfares y quintas misteriosas.

-Y por San Juan, ganando el río, San Cristóbal bravo lleno de mostradores y de escudos de comité y de canchas de taba y de pedanas a cuchillo. Y a los cuatro rumbos, casas sin salas y corredores profundos y huecos sembrados de vidrio y latas y de hombres traídos por los mares y mujeres con pañuelos atados a la cabeza y muchachos argentinos que estaban fundando, sin saberlo, al hijo nuevo de la patria vieja.

-Boedo era algo así como un paso pesado que diera Puente Alsina para llegar al centro, como también el tránsito obligado de las gentes del centro cuando querían acercar el alma al Riachuelo.

Homero Manzi cantó como nadie el paso irremediable del tiempo, en versos convertidos en páginas maravillosas, y que descubrieron el sur perdido de los porteños que nunca fueron merecedores de la atención de intendentes y concejales municipales. Ellos sólo mimaron al centro y el Barrio Norte. Temas metafísicos e íntimos como Barrio de tango, Cornetín, Valsecito de antes, Nobleza de arrabal, Milonga de Puente Alsina, Arrabal, El último organito, Esquinas porteñas, Mano blanca, Romance de barrio y la inmortal e hímnica Sur, que hiciera con Troilo y nos sigue emocionando, son apenas brochazos maravillosos de su pluma homenajeando al barrio que lo acogió. Son paisajes que brotan en el recuerdo como fotografías desteñidas por el paso del tiempo. Pero la paleta lírica de Homero las devuelve indemnes, hermoseadas y llenas de nostalgia.

Curiosamente, en un reportaje lejano (Manzi vivió solo 46 años), cuando le dieron un a elegir un tema entre su vasta producción, dudó, y al final dijo algo así:

"Es muy difícil tener un hijo preferido. Muchas de mis obras me dieron satisfacciones grandes. Escucharlas por voces maravillosas, e incluso por grandes orquestas, no tiene precio. Pero, qué sé yo, mi corazón tiene una relación con El Pescante que me deja como un poso especial. Sí, es un tango que expresa mis sentimientos y encontró la música ideal, en la creación de Piana. El Pescante significó mucho en mi paso por el tango. Una especie de mojón definitivo".

Obtendría el segundo puesto en el concurso organizado en el Teatro Sarmiento, en 1934, en el sainete La canción de los barrios, de Canaro e Ivo Pelay, cantado por Ernesto Famá. Éste lo grabaría el 7 de junio de ese año con la orquesta de Francisco Canaro, como lo haría inmediatamente Ada Falcón con la misma formación. Luego lo registrarían numerosos intérpretes y de entre todas esas grabaciones escojo la de Lucio Demare con la voz de Raúl Berón que fue llevada al disco el 11de febrero de 1943. Y la de Roberto Goyeneche acompañado por la orquesta de Armando Pontier, de septiembre de 1968.

José María Otero en "Tangos al bardo"

Les dejo tres versiones muy distintas del tango. En primer lugar la interpretada por RAUL BERON, acompañado de la orquesta de LUCIO DEMARE. Después, la del "polaco" ROBERTO GOYENECHE con la orquesta de ARMANDO PONTIER y por último, la de DANIEL CORTES, en vivo, en el programa televisivo "Grandes valores del tango".



Raúl Berón y Lucio Demaré




Roberto Goyeneche y Armando Pontier




Daniel Cortés

viernes, 28 de abril de 2017

121 - RUBÍ - (Daniel Cortés / Enrique Docal y Néstor Marconi / María Estela Monti)

Este tango de Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo fue creado en 1944. El poeta y amigo del músico bahiense, recordaba que "una tarde Cobián me hizo escuchar al piano un tema que había compuesto, para dedicárselo a una entusiasta admiradora. Siguiendo mi método de aprenderme primero la música en el piano, tomé el "monstruo" de la misma y a los pocos días terminé de acoplar esos versos a la música previa de Cobián. Lo titulé con el nombre de "RUBÍ".

Es un tema algo dificultoso para cantar por las variantes en la intimista melodía, y de hecho pocos cantores de tango lo han incluido en su repertorio, destacando especialmente las versiones de Raúl Lavié, Oscar Alonso y Daniel Cortés.

Curiosamente, Cadícamo, para realizar los versos de este tango e inspirarse, recurrió a un poema del francés Paul Géraldy (Paul Lefèbre), que se titula: Finale (Final). Géraldy era un poeta parisino, muy simple que gustó mucho al público femenino, aunque no fue muy respetado por los críticos y este poema está, como otros que recopiló en un libro, dedicado a su gran pasión, la hermosa soprano dramática Germaine Lubin, con quien se casaría en 1912, y con quien tuvieron un hijo.

El libro se tituló Toi et moi y en ella está incluido un poema liviano que inspiró a Cadícamo. El matrimonio Paul-Germaine se deshizo finalmente ocho años más tarde, al iniciar ella una relación amorosa con el Mariscal Philippe Pètain.

Nada original por cierto ni muy elaborado. Pero no imaginaba este hombre fallecido a los 98 años, que el drama amoroso de su separación se convertiría en un tango romántico por obra y gracia de esa dupla que tantos temas exitosos creó durante los años que se unieron para componer. Cadícamo pulió bastante el farragoso tema de Géraldy y lo dejó en las clásicas 3 partes del género. Porque como diría Alex Katz: "Los buenos artistas roban. Los malos sólo toman prestado", refiriéndose a Andy Warhol.

Les dejo tres vídeos con las versiones, en primer lugar, de DANIEL CORTES; en segundo de ENRIQUE DOCAL acompañado de la orquesta de NÉSTOR MARCONI y para terminar la versión de una inconmesurable MARIA ESTELA MONTI, filmado en "La Manufactura Papelera Argentina".



Daniel Cortés




Enrique Docal y Néstor Marconi




María Estela Monti






sábado, 8 de abril de 2017

101 - LA PULPERA DE SANTA LUCÍA - (Ignacio Corsini / Imperio Argentina / Daniel Cortés)

Aquellos tres artistas que cultivaron la canción popular y cuyas trayectorias alcanzaron amplia y merecida repercusión hasta convertirse en ídolos (Carlos Gardel, Agustín Magaldi e Ignacio Corsini), tuvieron en sus repertorios invariablemente, algún o algunos temas que, por medio de su ajustada interpretación, se convirtieron en verdaderos impactos populares. 

Las listas de títulos de estos tres cantores, tomados como referencia porque llegaron al corazón del pueblo y su recuerdo sigue aún vigente en él, abundan en composiciones de mayor calidad, tanto musical como literaria, pero el público señaló, más con el sentimiento que con la mente, tal vez, a determinadas obras que, al nombrarlas, se identifican inmediatamente más con sus intérpretes que con sus autores.

En el caso de Gardel podríamos hablar de “Tomo y obligo” o de “Mano a mano” como sus caballitos de batalla, los que incluía permanentemente en casi todas sus presentaciones en público (dejando de lado las famosísimas canciones de sus películas); en el de Magaldi el incuestionable es “El penado catorce”, y en el de Corsini, en el momento de escribir estas líneas estoy dudando entre dos: “Patotero sentimental” y “La pulpera de Santa Lucía”. Y desde mi opinión, muy personal por cierto, creo que el vals se impone al tango de Manuel Jovés y Manuel Romero.

Además, tiene más importancia, porque con “LA PULPERA DE SANTA LUCÍA” se produce la primera colaboración entre sus creadores, el músico Enrique Maciel (1897-1962) y el poeta Héctor Blomberg (1890-1955), quienes se conocieron en 1928, año en que vio la luz la inmortal composición.

Andrés Chinarro señala que la presentación de ambos (Revista Atlántida, noviembre de 1957) «se realizó durante un baile organizado por el Club de la Bolsa de Comercio, donde actuaba Maciel, y se debió a un amigo común, José Antonio Gervasio, quien concurrió a una de las mencionadas reuniones en el viejo Luna Park (famoso estadio de box de la ciudad de Buenos Aires), de la avenida Corrientes al 100, acompañado por Blomberg. Este (según el recuerdo de Maciel) le entregó allí su primera letra: “La pulpera de Santa Lucía”». 

Esa primera colaboración sirvió para que comenzara entre ellos una perfecta asociación, a través de la cual se concibió un numeroso conjunto de canciones de carácter histórico-evocativo, sobre barrios y personajes del Buenos Aires de la época de Rosas: “La canción de Amalia”, “La mazorquera de Monserrat”, “Rosa morena”, “La guitarrera de San Nicolás”, “Los jazmines de San Ignacio” y otras más, son algunos ejemplos de esa impecable armazón poético-musical que lograron Blomberg y Maciel, y que se inauguró con “La pulpera de Santa Lucía”. Aunque la dupla, fuera de esa temática, dejó otros títulos imperecederos: “El adiós de Gabino Ezeiza”, “La viajera perdida”, “Violines gitanos” y el antológico tango “La que murió en París”.

Sin embargo, aunque parezca mentira, el vals “La pulpera de Santa Lucía” fue rechazado por el empresario teatral Pascual Carcavallo y su asesor musical. También el famoso tango “Nostalgias” fue rechazado en su momento por otro empresario teatral, don Alberto Ballerini.

Pero apareció Ignacio Corsini, quien lo estrenó en Radio Prieto, lo grabó en abril de 1929 e inmortalizó el vals.

Por eso decíamos en el título que El caballero cantor fue el que «salvó a La pulpera...». 

Para atestiguarlo disponemos de un reportaje que le hiciera el periodista Andrés Muñoz a Enrique Maciel en 1948, publicado en la revista Aquí está. Debemos este valioso testimonio a nuestro colega Orlando Del Greco, que nos lo hace llegar a través de su revista Tango. La mejor música del mundo, Nº 34, de enero de 1999.

«Sobre la letra de Blomberg —dice Maciel— compuse la música, no sin antes desechar varias que no llenaban mis exigencias. Fue en tales circunstancias cuando el actor Sarcione informó al empresario Pascual Carcavallo de una canción que podría encajar a la medida en la obra de Reta y Viale Paz, La sangre de las guitarras. Citado al teatro Nacional, yo mismo canté la canción, acompañándome al piano, delante del referido empresario, de la actriz Elsa O'Connor y de los maestros Salvador Merico y José Lozzi, director y concertador, respectivamente, de la orquesta del teatro. Como prevaleciera la opinión de Lozzi (desfavorable para mi música), “La pulpera de Santa Lucía” fue al archivo. 

«Ello constituyó mi primer desencanto. Pero quiso la suerte que apareciera en mi camino Ignacio Corsini, quien la estrenó en una radio, con suceso insospechado aun para mí, tanto que se dio el caso de un público reclamando bis por teléfono, por correspondencia y hasta personalmente.

«En mérito a la verdad, debo decir que Corsini la cantaba muy bien. Salieron a la venta quinientos mil ejemplares y se imprimieron ciento cincuenta y siete mil discos, todo lo cual me significó, en concepto de derechos de autor, la entonces fabulosa suma de veinte mil pesos... Y cuando el éxito era ya indiscutible y no había cancionista, cantor ni muchacho con sueños de serlo, ni habitante de cualquier sexo y edad que dejara de cantar o silbar La pulpera..., se cruzó otra vez en mi camino Pascual Carcavallo, diciéndome: "Con usted me equivoqué una vez, pero no he de equivocarme más"».

Aunque puedan parecer exageradas las cifras que consigna Maciel con respecto a la venta de ejemplares y discos, nadie podrá negar la popularidad y perdurabilidad de “La pulpera de Santa Lucía”, gracias a que fue «salvada» por Ignacio Corsini.

Fuente: todotango.com (Originalmente publicado en la revista Tango y lunfardo, Nº 151, Chivilcoy 16 de abril de 1999).

En primer lugar les voy a dejar el audio de quien ya nos hemos referido anteriormente: IGNACIO CORSINI. A continuación, una rareza y por tal, reliquia, el audio también, en este caso de IMPERIO ARGENTINA. Y para terminar les dejo el vídeo de la interpretación de DANIEL CORTÉS. Disfruténlos.


Ignacio Corsini




Imperio Argentina




Daniel Cortés