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jueves, 4 de octubre de 2018

212 - ENTRE CURDAS (EL VELORIO) - (Jorge Vidal / Chino Martínez / Cacho Castaña)

La palabra velorio nos está representando el acto de velar un difunto. Pero es un término poco utilizado hoy en día, mas bien restringido a las capas más humildes de la población y a las sociedades campesinas. Tan es así que ni siquiera es mencionado en el Diccionario de Voces Españolas de María Moliner, donde sí figura velatorio para referirse a la acepción ya mencionada, por resultar más “finoli” a otros estratos de población.

Sin embargo el Larousse menciona velorio como “Fiesta nocturna que se celebra en las casas de algunos sitios con motivo de haber acabado alguna faena doméstica”.

¿Y si ensamblamos las dos acepciones mencionadas? Ah! Estaríamos ante un caso muy peculiar, no exento de gracia pese a la seriedad de lo sucedido, si nos atenemos a los escritos de algunos literatos argentinos, cuyos relatos revelaré a continuación.

“Era también muy común, hasta hace algunos años, en caso de muerte, colocar el cadáver en el ataúd rodeado de cirios o de velas, según los posibles de los deudos, en la sala o pieza a la calle, abriendo las ventanas o, cuando menos, entornándolas, pero de modo que pudiera verse de la calle. Gran número de personas pasaban la noche de velada en la casa mortuoria, y lo más particular es que muchos de los concurrentes ni siquiera conocían a los deudos del finado.

El tango, en este caso milonga, no podía estar ajeno a esta a ésta anécdota vital –mejor dicho, mortuoria- y Aldo Queirolo nos relata esas vicisitudes en “EL VELORIO” (también conocido con su otro título: “ENTRE CURDAS”), sobre música de Roberto Morel y Carlos Mayel.

Comienza relatando el cierre –como consecuencia de la supuesta muerte de uno de sus consuetudinarios “curdelas”, el “negrito Carmona”- del bodegón “LA MAROMA”. Relata luego una serie de incidentes ocasionados por culpa de una mosca que se posó “en la nariz del finao”, mientras varios de sus congéneres escabiadores lagrimeaban mientras empinaban un “semillón” (varietal de vino muy conocido en la época).

Como consecuencia de la “mamúa”, “Rocatagliata el pesao” intenta espantar la mosca, pero sin controlar su fuerza hace saltar al finao y al cajón con un tremendo zurdazo. Granini sienta al difunto en un banco “para que descanse en paz”, justo al lado de otros conspicuos bebedores como “el Bataráz” que quería contarle un cuento, o “el Taita Mamerto” que pretendía apuñalar al pobre Carmona “porque lo miraba mal”.

De improviso “se armó una milonga flor” con la llegada del “Lunga Firulete” acompañado de varias naifas que regresaban de una garufa “empuñando el bandoneón”. Como nunca falta un “buey corneta” para un chivatazo, el dueño del conventillo, el “tarugo Benvenutto” acudió a la seccional 32 de policía (aquella de larga fama) para denunciar el caso. Con la llegada de la yuta se terminó el velorio-garufa, mientras los reos “Chicharrón” y “Garabito” lograron escapar llevándose el vino.

Les dejo tres versiones para escuchar de esta divertida milonga. En primer lugar, la de JORGE VIDAL. Despés, la mejor para mi, la del CHINO MARTÍNEZ y por último la de CACHO CASTAÑA.


Jorge Vidal




Chino Martínez




Cacho Castaña



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