Homero Manzi (Manzione) bajó de su Santiago del Estero natal) y fue alojado para el estudio en el Colegio Luppi de Pompeya. Barrio de andurriales, de zanjas, de ranas, con potreros donde corrían los niños detrás de una pelota, el pitido del tren estremecía los patios abiertos de las casitas con malvones enlatados, y los olorosos jazmines del país que le daban aroma y color al humilde vecindario.
Por las noches se escuchaba chairar a las guitarras, en serenatas y en payadas interminables. Los cardales que bordeaban las vías del ferrocarril, crecían como si la pampa se hubiera estancado en los comienzos de la Gran Aldea. Existían antiguas pulperías en las que solían detenerse los hombres de a caballo que llegaban de Mataderos, esquivando los charcos y lagunitas que se formaban en el camino.
En una genial descripción de aquella zona alejada del centro, el propio Manzi la pintaba así:
-Desde la barranca de Boedo hacia el sur, se presentían Pompeya y Puente Alsina, con sus porrones, sus chimeneas y sus inundaciones; y hacia el norte, el último pedazo de Almagro, escenario de José Bettinotti, el pequeño muchacho zapatero, que inventó, vaya a saberse cómo, la primera canción de Buenos Aires. Y al otro lado, Cochabamba arriba, las calles anchas y los árboles verdes y hasta retazos de alfalfares y quintas misteriosas.
-Y por San Juan, ganando el río, San Cristóbal bravo lleno de mostradores y de escudos de comité y de canchas de taba y de pedanas a cuchillo. Y a los cuatro rumbos, casas sin salas y corredores profundos y huecos sembrados de vidrio y latas y de hombres traídos por los mares y mujeres con pañuelos atados a la cabeza y muchachos argentinos que estaban fundando, sin saberlo, al hijo nuevo de la patria vieja.
-Boedo era algo así como un paso pesado que diera Puente Alsina para llegar al centro, como también el tránsito obligado de las gentes del centro cuando querían acercar el alma al Riachuelo.
Curiosamente, en un reportaje lejano (Manzi vivió solo 46 años), cuando le dieron un a elegir un tema entre su vasta producción, dudó, y al final dijo algo así:
"Es muy difícil tener un hijo preferido. Muchas de mis obras me dieron satisfacciones grandes. Escucharlas por voces maravillosas, e incluso por grandes orquestas, no tiene precio. Pero, qué sé yo, mi corazón tiene una relación con El Pescante que me deja como un poso especial. Sí, es un tango que expresa mis sentimientos y encontró la música ideal, en la creación de Piana. El Pescante significó mucho en mi paso por el tango. Una especie de mojón definitivo".
Obtendría el segundo puesto en el concurso organizado en el Teatro Sarmiento, en 1934, en el sainete La canción de los barrios, de Canaro e Ivo Pelay, cantado por Ernesto Famá. Éste lo grabaría el 7 de junio de ese año con la orquesta de Francisco Canaro, como lo haría inmediatamente Ada Falcón con la misma formación. Luego lo registrarían numerosos intérpretes y de entre todas esas grabaciones escojo la de Lucio Demare con la voz de Raúl Berón que fue llevada al disco el 11de febrero de 1943. Y la de Roberto Goyeneche acompañado por la orquesta de Armando Pontier, de septiembre de 1968.
José María Otero en "Tangos al bardo"
Les dejo tres versiones muy distintas del tango. En primer lugar la interpretada por RAUL BERON, acompañado de la orquesta de LUCIO DEMARE. Después, la del "polaco" ROBERTO GOYENECHE con la orquesta de ARMANDO PONTIER y por último, la de DANIEL CORTES, en vivo, en el programa televisivo "Grandes valores del tango".
Raúl Berón y Lucio Demaré
Roberto Goyeneche y Armando Pontier
Daniel Cortés
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