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lunes, 15 de mayo de 2017

137 - EL AGUACERO - (Nelly Omar / Soledad Villamil / Rubén Juárez)

La palabra "aguacero" deriva de otra, que es "aguaza" y este vocablo viene del latín aquacea. Dicho en lenguaje futbolero los antiguos romanos le pasaron la pelota a los españoles.

Académicamente hablando, "aguacero" quiere decir 'lluvia repentina, abundante, impetuosa y de poca duración'. A esto se refiere el tango y no a otra cosa, cual es un conjunto de molestias, o golpes o improperios que caen sobre una persona. Esto último es una segunda acepción del término de marras, poco usada en la Argentina. En Venezuela se usó en diminutivo, "aguacerito", para designar a la 'llovizna', que no es lo mismo que la garúa, que también es llovizna, pero fina, suave y lenta, aunque pueda generar diversas sensaciones según las personas, según su estado espiritual. No es, en mi opinión, un argentinismo, o un lunfardismo, o voz campera, sino de origen español, lo que hace que no aparezca frecuentemente en los textos de literatura popular y, sin embargo, el término es bastante conocido; probablemente haya sido el tango el mejor camino para su difusión en el lenguaje vivo. Muchas veces hemos expresado que el tango comunica y que el cantor es un comunicador social. Antiguamente, en el denominado "Viejo Mundo" los hechos de la aldea se comunicaban con canciones.

El tango "EL AGUACERO", según José Gobello, en el tomo II de Tangos, letras y letristas, se escribió en el barco que traía de Europa al poeta José González Castillo, en 1930, junto a su hijo Cátulo Castillo y estrenado poco después por Abelardo Farías en la revista De la tapera al rascacielos, presentada en el "Teatro Cómico". Cátulo Ovidio González Castillo -era el nombre de familia- se hizo conocer con su primer nombre, Cátulo, y no usó el apellido del padre, como queda expresado líneas arriba, implícitamente. Tenía 24 años.

Eduardo Romano, en su libro Las letras del tango, expresa:

"Fue grabado por el Dúo Gómez-Vila, para el sello "Víctor" (11/31); en "Odeón" lo registró F. Canaro con la voz de Charlo (11/31); posteriormente lo grabó Lucio Demare con Horacio Quintana, en "Odeón" (1944); Mercedes Simone con acompañamiento de Emilio Brameri, en sello T.K. (1951); Juan D'Arienzo con Armando Laborde y Osvaldo Ramos, en "Víctor" (1970); Rubén Juárez con orquesta dirigida por Raúl Garello, en "Odeón" (12/72), y Susana Rinaldi con el conujunto de Juan Carlos Cuacci, en sello Trova (1973). Composición de estirpe nativista, donde el poeta combina sin estridencias pasajes netamente descriptivos con otros de lenta reflexión o con dos estrofas en que cede la palabra al personaje sin romper -salvo el coloquial 'bien haiga', por 'bienvenido'- empero un nivel cuidadoso de lengua, como es habitual en aquella tendencia poética."

El tango pudo haber sido grabado por Gardel, pero esto no sucedió. Casi sucede. Veamos la anécdota que cuenta Cátulo, relatada en el prólogo del libro de César Tiempo, El último romance de Gardel:

"La última vez que vi a Carlos Gardel en Buenos Aires, fue allá por el año 1931, en su casa de Jean Jaurés -por el Abasto- cuando, dentro de la plenitud de su optimismo contagioso, afirmaba la pinta del porteño adoptando criterios de elegancia que eran inconfundibles.

Fue -pienso- en el otoño de una tarde 'cualunque' que estaba convenida para 'pasarle' aquel tango-canción llamado 'El aguacero', ¡que no grabó jamás! Lo encontré acicalándose, en camisa de seda. La peinada perfecta, recién afeitadito.

-'Mirá, pibe...! -me dijo- apenas 10 minutos. Tengo un apuntamento que me salió recién... Si me 'sarpás' la letra, yo te escucho...¡Ahí está el nopia...!' Se colocó las gafas, sentándose a leer la 'letra' aquella, en tanto que mi temblor garabateaba notas al 'dientudo', y mi emoción trataba de entonar las palabras con una entrecortada voz de abatatado. ¡Delante de Gardel...! ¡Vaya proeza!

No sé qué me arguyó, pero -de pronto- estábamos los dos en la vereda: él, esperando un taxi al que llamó con un silbido extraño, mientras mi azoramiento colorado, le escuchaba disculpas.

-'¿Sabés, pibe...? Me falló 'el aviador' ¡...y un caballero jamás hace esperar a una mujer...!'. Hizo un guiño y partió, de traje claro, con chaleco cruzado y un chambergo 'piolín' que nadie requintó como él lo hacía.

Ya no lo vi jamás, más que en película. Pero el silbo y la estampa de aquella despedida alborotada, quedaron para siempre en el recuerdo deteniendo la alegría socarrona y la gracia infantil de su sonrisa."

Según la narración del poeta y compositor Cátulo Castillo, incorporada a un artículo firmado por Julio Ardiles Gray, cuando Cátulo le relató sus memorias, le manifestó que el padre (que entonces era anarquista pacífico, azul, esto es literario) "robó" a la mamá de Cátulo y se casó con ella, en 1905, yendo a vivir a Castro al 900, en Buenos Aires. La joven vivía en los alrededores de La Plata. Al año nació Cátulo, el 6 de agosto de 1906, a las cinco de la tarde; caía una lluvia tremenda y cuando fue avisado en los Tribunales, donde trabajaba, por su amigo Edmundo Montagne, el padre fue corriendo a la casa, le quitó los pañales, salió al patio y los dos se expusieron al agua, al aguacero; el papá exclamó:

"- ¡Hijo mío, que las aguas del cielo te bendigan!"

(El tango "El Aguacero" no tiene nada que ver con este episodio). Después intentó anotarlo en el Registro Civil con el nombre Descanso Dominical González Castillo, porque por ese tiempo habían promulgado la ley que era una vieja aspiración libertaria y era costumbre de los anarquistas ponerle ese tipo de nombres a los hijos.

El tema de la letra es campero, describe una circunstancia propia de la pampa, es decir cierta geografía; de otro modo, se trata de una descripción en la que paisaje y persona están íntimamente ligados, aunque se compare a la naturaleza con la vida, como se manifiesta en ocasiones: "Sin sombra, ni herida, sin pena...ni amor..." El poema pone de manifiesto el amor a la naturaleza, al medio ambiente, y un sentimiento del que parece derivar que el ser humano, como el pájaro o el buey, o la circunstancia rural, en su conjunto, tienen un mismo destino, de tristeza y de dolor y sin perjuicio de lo cual renace el deseo de cantar, del boyerito o del criollo, como en el Martín Fierro:

"Aquí me pongo a cantar 
al compás de la vigüela, 
que al hombre que lo desvela 
una pena extraordinaria, 
como el ave solitaria 
con el cantar se consuela.".

Les ofrezco, en primer lugar, dos versiones en vídeo muy distintas: la de NELLY OMAR en 1942 en la película "Melodias de America", de Eduardo Morera y la interpretación de este tango por parte de SOLEDAD VILLAMIL en el Festival de Inverno de 2010 de Porto Alegre. También puedn disfrutar de la versión exquisita en audio de RUBÉN JUÁREZ.



Nelly Omar




Soledad Villamil




Rubén Juárez


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