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jueves, 23 de marzo de 2017

87 - DICEN QUE DICEN - (Carlos Gardel / Julio Sosa y Francino Pontier / Edmundo Rivero)

El poema de este tango fue escrito por Alberto Ballestero, probablemente en 1929, para una compañía actoral que actuó ese año en el teatro “Fémina”. El actor José Muñiz pudo haber sido el primero en cantarlo. La música la compuso Enrique Delfino, el mismo que compusiera “Palermo”, “Aquel tapado de armiño”, “Griseta” y el proverbial “Re Fa Si”. Ballestero fue un periodista más dedicado a la crítica teatral que a la escritura de poemas tangueros. “Dicen que dicen” fue su obra maestra. Para esa misma época escribió “Pato alegre”, un tango que por muy buenas razones se perdió en el olvido.

Carlos Gardel estrenó “DICEN QUE DICEN” en 1930 y lo transformó en uno de sus grandes éxitos. El otro gran intérprete fue Julio Sosa, quien lo grabó en diciembre de 1950 con la orquesta de Francini y Pontier. Once años después lo volverá a grabar con el acompañamiento de Leopoldo Federico. Se podrá discutir si Sosa lo hizo mejor que Gardel, pero está claro que lo divulgó más. De todos modos, para la mayoría de los tangueros “Dicen que dicen” existe a través de la versión del “Varón del tango”. Sin ir más lejos, la interpretación que hizo en 1950 contó con la aprobación de Enrique Santos Discépolo que, fiel a su estilo, le dijo: “Pibe, te escuché cantar “Dicen que dicen’; si lo hubieras hecho mejor estaría mal”. Con ese reconocimiento, Sosa ya tenía asegurada la mitad, o más de la mitad, de su carrera profesional.

Muchas letras de tango relatan dramas amorosos. Como dijera un crítico, el tango es una novela que dura tres minutos. De más está decir que hay buenas y malas novelas. El tema de la infidelidad, la traición, el engaño, está presente en el tango a veces hasta el abuso. En todos los casos, lo que importa analizar no es tanto de qué se escribe sino cómo se escribe. Ningún tema por sí solo garantiza buena literatura.

“Dicen que dicen”, cuenta la historia de un hombre que ha sido abandonado por una mujer. Nada nuevo bajo el sol. También habla de una infidelidad y del deseo de vengarse. Nada nuevo. Finalmente hay una muerte. A la memoria me vienen en el acto nueve o diez letras de tango que tratan más o menos lo mismo. Juzgar al tango como “lamento de cornudo” puede que sea un juicio severo, pero no tan arbitrario, sobre todo si prestamos atención a ciertas letras. Y, sin embargo, “ Dicen que dicen” es un tango diferente. ¿Dónde reside esa diferencia? En primer lugar, en el tratamiento, en la puesta en escena, en el punto de vista. También en ciertas imágenes, en el modo en que se organiza el relato.

“Vení acercate,
no tengas miedo,
que tengo el puño, 
ya ves, anclao
yo sólo quiero 
contarte un cuento,
de unos amores 
que he balconeao...”

El protagonista se dirige a alguien, ese alguien sabemos o presentimos que es una mujer. Lo primero que le dice, o, mejor dicho, le advierte, es que no tenga miedo, algo que se le dice a alguien que seguramente tiene razones para tener miedo. El hombre anuncia que sólo quiere contarle un cuento. Interesante. La estrategia del poema incluye un relato, es decir, un relato dentro del relato. El hombre va a contar un cuento y el cuento se inicia con la frase que titula al tango: “Dicen que dicen”. En el habla popular este giro se usa habitualmente para referirse a un rumor que circula sin saber a ciencia cierta su origen; o a un chisme viejo del que se han perdido las referencias puntuales... “dicen que dicen”.

Ya en la segunda estrofa se adelantan algunos indicios. El hombre habla de una mujer muy linda y muy tierna “como eras vos” que, curiosamente, “fue el orgullo de un mozo taura, de fondo bueno, como era yo”, una excelente imagen . Hasta el momento podemos presentir, pero no tenemos ninguna referencia certera, de que esa frase “como eras vos” o “ como era yo” que se repite en la siguiente estrofa con alguna pequeña modificación alude a él y a ella. Un oyente algo distraído le asiste el derecho a pensar que el hombre está hablando a una mujer, tal vez una amiga, una conocida y que, efectivamente, le está contando una historia, la historia, tal vez, de su propio fracaso.

Los personajes del tango suelen ser discretos con sus dolores, pero con una copas de más o cuando están muy dolidos no es descabellado que se desahoguen con el primero que se dispone a escucharlos. En el poema que nos ocupa, el hombre parece que por razones de pudor, atribuye su propia historia a otro, un recurso que el machismo en ciertas circunstancias autoriza a usar.

El relato avanza en pormenores, pero advertimos que siempre hay una referencia a su interlocutora: “Y bate el cuento que él la quería, con la fe misma que puse en vos”. Hasta que a mitad del poema, y luego de referirse a que la mujer se fue “prendida de otros amores perros”, y que el taura manso empezó a buscarla por cielo y tierra, ya no a la mina encantadora sino a la paica, se precipita el desenlace:

“Y cuando quiso justo el destino 
que la encontrara como aura a vos
prendió sus manos en el cogote, 
de aquella perra como hago yo”. 

En este punto descubrimos que la interlocutora ocasional es la esposa o la mujer del protagonista. Pero no sólo descubrimos eso, sino que además el autor nos transforma en testigos involuntarios de un crimen. En este “detalle” reside la absoluta originalidad de este poema. No es la primera vez que en un tango hay una muerte, pero es la primera vez que ésta no se anuncia, o cuando se anuncia es porque ya se ha cometido. El crimen esta vez no se produce al principio o al final, sino en la mitad del relato y todos los que participamos de él somos testigos.

En la grabación de Gardel la pausa en ese momento es breve, mientras que en la de Sosa es más marcada y, además, está puntuada por la música casi como si fuera un responso. Al reiniciarse el relato el interlocutor ha cambiado. Ahora el hombre se dirige a un vecino, la persona que seguramente se ha acercado alarmada al ver cómo el hombre está estrangulando a la mujer.

“Deje vecino, no llame a nadie, 
no tenga miedo estoy desarmao; 
yo sólo quise contarle un cuento, 
pero el encono, sabe, me ha traicionao...”

Es importante para interpretar el poema saber que la persona que aparece es un vecino, no una vecina, como dice Sosa con su costumbre de alterar en detalles las letras de los tangos. La diferencia no es menor . La presencia del vecino da cuenta de un tercer protagonista, un testigo, mientras que si decimos “vecina” puede ocurrir que el oyente suponga que esa vecina era la mujer con la que estaba hablando y que el protagonista enceguecido por el relato decidió ahorcarla porque la confundió con su ex mujer. Nunca está demás advertir que en los poemas hay que respetar la letra y ser muy cuidados en las alteraciones. En este caso el cambio de una vocal “vecino” por “vecina” puede dar lugar a una historia diferente transformando una tragedia en un vulgar dramón policial.

Manuel Adet, en El Litoral


De este tango, desgraciadamente, no poseo ninguna grabación en vivo aunque si tres de audio, realmente espectaculares, pertenecientes a tres grandes, como lo son CARLOS GARDEL (1930), JULIO SOSA y Francini Pontier (1950) y EDMUNDO RIVERO (1953).


Carlos Gardel




Julio Sosa y Francino Pontier



Edmundo Rivero

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