Su letra habla sobre los emblemas del barrio y los suburbios; el compadrito encarnado en el organito, símbolo de una sociedad que se va transformando pero que se muestra nostálgica y resiste el progreso, de la muerte, de la mujer amada y la amistad. También ha sido interpretada como un homenaje al poeta paranaense Evaristo Carriego, a quien menciona en una de sus estrofas.
En este tango cada una de las imágenes sabiamente delineadas por su letra, conmueve. Dice Roberto Ruggiero: “Influido claramente por Troilo, Acho Manzi es un exponente de la Nueva Guardia de los 50. Describe un Buenos Aires de calles de barro, presumiblemente situadas en Pompeya, que en franca retirada le cedía el paso a la modernidad. El transistor derrotaba a la manivela del organillero.
Cuenta Neike, milonguero viejo, que es imposible saber las emociones que producen en cada uno de los lectores, la poesía y los recuerdos de determinados hechos o vivencias y que en su caso personal, el organito le trae una extraña melancolía, un cúmulo de sensaciones de lejanía, de barrios de casas bajas, barro, “luces mortecinas”, vecinas cosiendo en ventanales y vivencias de tiempos pasados, sumidos al recuerdo.
Leemos a los historiadores con descripciones completas de el organito, sus inicios, sus formas, sus fabricantes.., pero hay más, ese “algo” que nos llega al corazón y que nos hace pensar, que aún en agonía, podríamos rememorar su melodía simple, primaria casi elemental, pero que supo tallar el alma.
Ese viejo organito que cargó el tango a cuestas, sacándolo de sus oscuros reductos, para llevarlo al barrio, a la vecina que renegaba de él y que termina enamorándose, cuando aún la radio no soñaba ser gestada. Pero el tango no olvida a quien lo quiere y sus músicos, poetas y letrístas supieron cantarle, para que su recuerdo esté siempre vivo, con su musiquita, sus cotorritas, sus caballos y monitos y aunque el tiempo vuele, ese recuerdo vivirá siempre en muchos corazones.
En el tango El Último Organito, Homero no evoca a una amada, a la barra, o al amigo, sino a un objeto: “el organito, un simple objeto que cumple el papel de conjuro, una especie de sortilegio donde al mencionarlo se convocan antiguos recuerdos, con vecinos, con la que abría las persianas cansándose de amar, con el caballo blanco, con el rengo y el monito y, en definitiva, con el alma del suburbio”.
Es un tango claramente elegíaco con una poesía evocativa, nostálgica pero también algo triste. Sin embargo uno se solaza en esa tristeza por la altura de su decir.
Para disfrutarlo, en esta ocasión he elegido tres versiones, bueno, dos y media, pues la primera que les dejo, la de EDMUNDO RIVERO en un fragmento rescatado del programa Sábados de Tango con Miguel Angel Manzi. La segunda pertenece al extraordinario cantor platense que nos dejara en agosto de 2015, CARACOL PAVIOTTI en el Homenaje a Homero Manzi realizado en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes en octubre de 2007 y la tercera al famosísimo cantautor español JOAN MANUEL SERRAT, gran aficionado a la música argentina tanto tanguera como folklórica, en la presentación de su disco "Canciones" en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires, en el año 2000.
Edmundo Rivero (Fragmento)
Caracol Paviotti
Joan Manuel Serrat
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