Emilio Fresedo, padre de Oscar -con quien en una época coincidimos mucho en el boliche frente a radio El Mundo-, fue violinista y actuó fundamentalmente en la orquesta de su hermano Osvaldo Fresedo. Un día decidió dejar la música y dedicarse a escribir versos de tango. Gardel le grabó siete temas suyos, entre ellos Aromas. También lo hizo con Cielito mío, El once, Pobre chica, que llevan música de Osvaldo; Del barrio de las latas y Sonsa (con Raúl de los Hoyos) y Paseo de Julio, letra y música suyas.
Me gustan muchos de sus temas y ese engarce que tenían sus versos con la música de su hermano menor, le dan el toque exaltante, íntimo, romántico, tan del estilo de la orquesta. Por eso no me canso de escucharlo a través de los años, con la misma sensación en el alma. La voz de Roberto Ray le añade el toque exquisito, el melodismo preciso, el gusto expresivo sin exaltaciones. Y el verso cobra expresividad especial, arrullado por los violines.
En mi pecho anida una pena
que no sé del todo explicar,
solo siento que corre serena
una vida que pasa y se va.
Como aromas deja el pasado
de otro tiempo que fue mejor,
y ese sueño de niño, dorado,
vio lo cierto cuando despertó.
Son las singladuras de la vida, los momentos álgidos, los románticos, los tristes, que están escondidos en algún rincón del alma, y que en un determinado momento, los destellos de la memoria los van hilvanando con la fatalidad de lo cotidiano. En ese laberinto de aventuras juveniles, insatisfacciones sentimentales y afectivas, uno va atrapando las minúsculas y sutiles transformaciones de las cosas. Y todo viene envuelto en ese aroma del pasado que nos derrama en la recordación.
OSVALDO FRESEDO lo grabó por primera vez con la voz de ROBERTO RAY, el 23 de noviembre de 1938. Vamos a escucharlo.
José María Otero en "Tangos al bardo"
Osvaldo Fresedo y Roberto Ray
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