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sábado, 12 de mayo de 2018

204 - EL GORDO TRISTE - (Astor Piazzola y Roberto Goyeneche)

El 18 de mayo de 1975 Astor Piazzolla estaba en Roma cuando se enteró de la muerte de Anibal Troilo. El dolor de la noticia lo hizo sentarse al piano y componer un homenaje para su amigo. Se llamó «Suite Troileana» y se grabó ese mismo año con cuatro movimientos, que representaban los cuatro grandes amores de Troilo: ‘Bandoneón’, ‘Zita’ (su mujer), ‘Whisky’ y ‘Escolazo’.

La relación entre Troilo y Piazzolla comenzó en 1939 cuando Astor ingresó como bandoneonista a la orquesta de Troilo. Piazzolla tenía 19 años y se pasaba todas las noches escuchando tocar la orquesta de Troilo. Para ese entonces había trabado amistad con Hugo Baralis, violinista de la orquesta. Astor le había confesado que se conocía el repertorio de la orquesta de memoria y que quería integrar la agrupación. Baralis le contó que a Troilo le gustaban los músicos experimentados y que veía dificultoso su ingreso por su juventud. Pero la oportunidad llegó. Un día, uno de los bandeonistas, Toto Rodríguez, se enfermó y la orquesta se veía complicada para cumplir las fechas del fin de semana. Astor se presentó con la caradurez que lo caracterizaba y comenzó a tocar su bandoneón delante de Pichuco. Fue aprobado, Piazzolla integraría por cinco años la orquesta.
Rápidamente, Troilo, quién llamaba Gato a Piazzolla porque iba y venía, sin parar nunca, le tomó cariño a Astor. Al mes que estaba en la orquesta, el padre de Piazzolla se vino a Buenos Aires desde Mar del Plata en motocicleta para ver a su hijo tocar en la orquesta del admirado Troilo. Luego de la actuación y de la cena de rigor, el padre de Astor se despidió dejándole a Troilo las recomendaciones por su hijo debido a los peligros de la noche. Recuerda Piazzolla en el libro de Natalio Gorín: «Una noche no teníamos actuación, entonces yo le dije a la misma persona que había prometido cuidarme de todas las tentaciones de la noche: ‘Gordo, ¿qué le parece si nos vamos a ese tugurio que hay en Avellaneda, el Doble Tres, a ver si hacemos una diferencia jugando al pase inglés?’ Yo no lo tuteaba a Troilo, porque era siete años mayor, porque era el patrón y por la dmiración que le tenía. Él sí me tuteaba a mí, pero estaba asombrado. ‘¿Dónde aprendiste a jugar a los dados?’ Entonces le conté que a los 12 años me escapaba de mi casa de Nueva York para ir a timbear. El Gordo movía la cabeza de un lado para el otro: ‘Gato, vos sos el diablo en persona, que Dios te salve’. Volvimos a las cinco de la mañana del día siguiente, secos los dos.»

La audacia y sobre todo, su formación musical, llevó a Piazzolla a suplantar por momentos el primer bandoneón de Troilo y más tarde, comenzó a arreglar algunos de los tangos de la orquesta. En ese momento Piazzolla estaba estudiando con Alberto Ginastera y escuchaba constantemente músicos de la talla de Stravisnky y Bártok. ‘Azabache’, un candombe de los hermanos Expósito, fue la primer obra que arregló para la orquesta; luego seguirían ‘Inspiración’, ‘Chiqué’ y otros. Pero la orquesta de Pichuco era una orquesta para bailar y no para escuchar música, es por eso que Troilo simplificaba los arreglos de Piazzolla por este motivo, además por no querer perder su sello personal. Fueron cinco años intensos y ricos para Piazzolla pero el continuaba sus estudios y seguía creciendo musicalmente. Si bien algunos músicos de la orquesta lo alentaban y admiraban, otros le tenían recelo a sus innovaciones. Piazzolla dejó la orquesta de Troilo en 1944, a sus 23 años, para transitar nuevos horizontes.

«Mi afecto por el Gordo nunca se modificó - recuerda Piazzolla - Quizás hubo una discusión, algún enojo pasajero cuando me fui de su orquesta, pero siempre nos quisimos mucho. Nunca decreció mi admiración por él, al contrario. El paso de los años me hizo valorar todo lo que hizo. No escribió una gran obra, por ahí son 25 o 30 temas, pero son todas joyas, una mejor que la otra. Yo agarro un bandoneón, toco ‘La última curda’ y se me caen las medias. Si Troilo hubiera tenido una cultura musical mayor, ni me imagino donde podría haber llegado. Es posible que su intuición haya cubierto ese bache, incluso para convocar músicos y arregladores; siempre se rodeó de los mejores. Él mismo tenía la mejor partida de nacimiento, empezó de pibe con el Sexteto de Elvino Vardaro y Osvaldo Pugliese ¡Casi nada!»

Dos años más tarde, Piazzolla debuta con su propia orquesta en el Café Marzotto, ubicado en la calle Corrientes, entre Cerrito y Libertad. En esa época, Piazzolla seguía estudiando y estaba componiendo sonatas y piezas sinfónicas. Un profundo dilema surcaba por su mente, quería ser un compositor serio, renegaba del bandoneóny del tango, porque creía que era una música menor. Lo encandilaban las composiciones de Stranvinsky y de Hindemith, quería ser como ellos. Escuchaba los grandes músicos de jazz, Stan Kenton, Oscar Peterson, le fascinaba su libertad y su capacidad de improvisación. Recién en 1955, en París, Piazzolla se da cuenta de su papel en la música argentina cuando Nadia Boulanger le revela su destino: sus obras clásicas eran irreprochables pero carecían de sentimiento, de substancia. Su corazón y su obra estaban en los tangos que había compuesto y en su bandoneón, que era la prolongación de su persona. A partir de ese momento, si bien todo continuó siendo difícil, Astor Piazzolla allanó su camino para erigirse en un innovador y dejar una huella inolvidable en el tango y en la música argentina.
Luego de que Piazzolla dejara la orquesta de Troilo, se comenzó a hablar de una rivalidad entre los dos. Pero los dos se querían e intimamente nunca estuvieron distanciados. En una oportunidad, Troilo le mandó la siguiente esquela a Piazzolla: «Querido Gato: Siempre me he honrado con tu amistad. Mucho más ahora que ha pasado tanta agua debajo del puente. Ahora, repito, sólo me queda pedirle a Dios que te dé tranquilidad, y a mí que no me desampare. Algo hemos hecho para merecerlo. Te abraza, Pichuco. 19/6/67». Tiempo después, Piazzolla compone la música para que Horacio Ferrer le ponga letra a ‘El Gordo triste´.

Mario Cuevas

Extraído desde: http://diariolamanana.com.ar/noticias/deportes/el-gordo-y-el-gato_a10840

Horacio Ferrer escribió un homenaje a Aníbal Troilo, Pichuco. Tremendo poema. Astor Piazzolla le puso música quedando un tango maravilloso. Pero cuando lo cantó el Polaco Roberto Goyeneche, "El Gordo Triste" nos tocó el alma. Después de bailar un tango, en ese oasis del sentir, aferrados al corazón de la compañera, deberíamos prenderle una vela a cada uno de estos tipos...a esta aristocracia arrabalera, que organiza glorietas para perros sin luna.
Aquí podemos ver la interpretación genial del "Polaco" en el recital que Astor Piazzolla ofreciera con él en el Regina en 1982.




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