Acerca de “FUMANDO ESPERO”, se discute si el cigarrillo contiene cocaína o marihuana. En cualquiera de los casos, lo seguro es que no se trata de un inocente “faso” con tabaco. Como para confirmar su afición en estos temas, Viladomat Masanas unos años después escribirá “El tango de la cocaína”, estrenado en 1928 en el popularísimo Teatro Español. A no escandalizarse con lo de la droga. En aquellos años, la cocaína y la marihuana circulaban con cierta libertad en ciertos ambientes de la noche. Y aún no se conocía el flagelo de las bandas del narcotráfico.
El poema “Fumando espero” se escribió para una pieza teatral y se estrenó en enero de 1923 en el Teatro Victoria. Se dice que desde ese momento el tango ganó popularidad en toda España y su fama no demoró en llegar a Buenos Aires. “El alma que canta”, lo publicó en una edición de 1927, motivo por el cual el gran público accedió a la letra en un tiempo que la radio recién daba sus primeros pasos, la televisión no existía y mucho menos Google.
Luego, la gran Rosita Quiroga lo estrenó a mediados en 1927. Ese mismo año, lo cantó Ignacio Corsini. Después llegaron muchos: Carlos Dante, Libertad Lamarque, Imperio Argentina y Argentino Ledesma, acompañado primero por la orquesta de Héctor Varela y, luego, por la de Carlos Di Sarli. A esta altura, “Fumando espero” ya estaba incorporada al lenguaje popular, había adquirido el raro privilegio de ser tarareado por el hombre de la calle.
En 1957, se filmó en España la película “El último cuplé”, con la actuación estelar de Sarita Montiel que cantó este tango en una de sus versiones más clásicas. El director de la película, Juan Orduña, tuvo que tomar las precauciones del caso para eludir las acechanzas de la censura franquista que siempre desconfió la letra de ese tango que alude al amor, al sexo y la droga.
“Fumando espero”, habla de una cita amorosa, cita cuya sensualidad se expresa a través del cigarrillo. Se supone que la protagonista es una mujer que espera a su hombre, pero la letra se adapta a los dos versiones: “Fumando espero al hombre que yo quiero”; o “Fumando espero a la mujer que quiero”. De todos modos, está claro que la versión con una protagonista femenina es la más adecuada.
En el imaginario popular, lo que se impone es la imagen de Sarita Montiel:
“Fumar es un placer genial, sensual./ Fumando espero al hombre que yo quiero,/ tras los cristales de alegres ventanales/ y mientras fumo mi vida no consumo/ porque flotando el humo me suelo adormecer”. La cita amorosa con todas las expectativas del caso se refuerza en la situación por el efecto de la marihuana o la cocaína.
La versión más conocida, la más divulgada omite una estrofa seguramente por imposición de la censura. “Mi egipcio es especial, qué olor, señor./ Tras la batalla en que el amor estalla,/ un cigarrillo es siempre un descansillo/ y aunque parece que el cuerpo languidece,/ tras el cigarro crece su fuerza y su vigor”. Al estímulo de la droga, se le suma en esta estrofa el estímulo del sexo o, mejor dicho, la relación placentera entre el sexo y el cigarrillo. La estrofa anticipa lo que muchos años después le dijera Marilyn Monroe a un periodista que la interrogó sobre sus momentos felices: “El placer que ocurre entre un whisky antes y un cigarrillo después”.
Pequeña observación al margen: la estrofa censurada poéticamente no es la mejor del poema. Las rimas son forzadas (tras la batalla en que el amor estalla) y muy en particular la rima que compara al cigarrillo con el descansillo. La españolada “descansillo” podrá ser digerible en aquellos pagos, pero admitamos que en nuestra versión del castellano la relación es pésima.
Retomemos. De más está decir que así como en aquellos lejanos años veinte, la droga no estaba demonizada, tampoco lo estaba el cigarrillo. Fumar entonces era un placer que iba más allá de las escenas amorosas. Un placer en la calle, en la mesa de café, en la soledad, en los momentos de dolor y en los instantes de alegría. Así y todo, algunas advertencias existían. La respuesta la conocemos a través de esta estrofa que toma como referencia al poema y con un toque de humor le da otra orientación: “Fumando espero a mi sepulturero,/ con los pulmones henchidos de jirones/ y mientras fumo mi vida sí consumo,/ porque tragando el humo no paro de toser”.
“Fumando espero” es entonces un tango español muy bien adoptado por los argentinos. Es, por supuesto, un tango que podríamos calificar de “abolerado”, pero ninguna de estas condiciones impidió que ganara popularidad y fuera interpretado por grandes cancionistas. El final merece ser recordado: “Por eso estando mi bien,/ es mi fumar un Edén./ Dame el humo de tu boca,/ anda que así me vuelvo loca./ Corre que quiero enloquecer de placer,/ sintiendo ese calor,/ del humo embriagador/ que acaba por prender/ la llama ardiente del amor”.
Manuel Adet
Cuatro versiones de este tango vamos a poder disfrutar aquí. En primer lugar la de SARA MONTIEL en una actuación de 1984. La segunda pertenece a ARGENTINO LEDESMA y le siguen otras dos versiones, éstas de audio, la de CARLOS GARDEL y la de LIBERTAD LAMARQUE.
Sara Montiel
Argentino Ledesma
Carlos Gardel
Libertad Lamarque
Perd+on por puntualizar una información errónea: La versión que se adjudica a Carlos Gardel es cantada por Carlos Dante con la orquesta de Alfredo De Ángelis
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