El hombre se mataba atendiendo el almacén al que acudían los vecinos de los conventillos contiguos, fronteros y de la vuelta. De Paseo Colón, Balcarce, México, Venezuela o Balcarce a comprar fideos, yerba, porotos, azúcar, harina y todo aquello que se expendía en un negocio que en España llaman "de ultramarinos".
Al llegar la noche, el bar era sumamente visitado por la flor y nata de los payadores de aquel entonces, con su pinta bohemia y sus guitarras llenas de cintas de colores. José María Bianco, Gabino Ezeiza, Ambrosio Ríos, José Betinotti, Tomás Davantés, el Morocho Galíndez, se trenzaban en lungos y afilados desafíos en los que se extremaba el ingenio y relucían las increíbles tiradas de décimas ripiosas y consonantes retorcidas.
También concurría El Yepi, uno de los primeros bandoneonistas que hubo en Buenos Aires y que se agregaba a la rueda con valsecitos criollos, tangos y alguna milonga pampa, para regocijo de los parroquianos: carreros, estibadores y gente del barrio que aplaudía a rabiar todas esas intervenciones. Y corrían el mosto espeso que valía veinte centavos el litro, el suissé, la caña paraguaya, la grappa, el anís, la ginebra y otros licores de salón. Así lo recordaba mi querido compañero Pepe Barcia.
En ese boliche nació José Francisco López, el hijo del almacenero gallego, en 1904, y en su bautismo tocó El Yepi, lo que sería el santo y seña del futuro autor teatral y hombre de tango conocido popularmente como Lopecito. Que sería espectador asombrado de aquellos duelos ingeniosos entre payadores, actuaciones de cantores de boliche, fueyes, violas y alguna que otra gresca.
De gurrumín ya componía temas para las comparsas y murgas del barrio y a los 13 años ganó un concurso de bailes criollos. A la vez recitaba acompañado por recios guitarreros aquellas endechas de poetas anarquistas y terminaría entreverándose en el Teatro, primero como actor aficionado, y luego como escritor. Llegó a firmar 88 obras, algunas de las cuales como "Triunvirato está de fiesta", con Olinda Bozán en el Teatro Apolo, llegó a las dos mil representaciones.
Pero otra de las facetas que le granjeó un lustroso prestigio, fue su rol de glosista. Se lo disputaban las radios, los cantantes y las orquestas, porque su verbo florido y muy imaginativo servía de eficaz aperitivo a las interpretaciones de los artistas. Él mismo escribía esas glosas tan porteñas.
Además recorría pueblos con orquestas y pequeños grupos que hacían números musicales. En 1936 hizo una pequeña parte en la película Canillita, fue Productor de la película La cabalgata del tango y organizador del Museo de Carlos Gardel en Buenos Aires y Montevideo.
Lo conocí fugazmente en un programa de radio al que acudí invitado porque yo estaba participando en un popular concurso de televisión : "Odol pregunta", contestando sobre la historia del tango, con mucha audacia de parte, por contar apenas 22 años. Y luego en los sesenta, charlamos con él en el club Huracán al que acudió como presentador y glosista del Trío Los muchachos de antes integrado por su director Panchito Cao (clarinete), Horacio Malvicino (guitarra) y Aldo Nicolini (bajo). Tomamos algo en el buffet del club con otros muchachos -entre ellos, el luego coleccionista de tango Héctor Ernié, que era del barrio- y recordamos anécdotas y cosas del ambiente que vivió como pionero de los programas de tango en la radio y en la cual estuvo con numerosos programas.
Y este recuerdo del entrañable Lopecito, nos lleva a ese tango del título, que fimaron Francisco y Rafael Canaro en un principio. Y decidieron presentarlo al Primer concurso de tangos, realizado en 1924, por la casa Max Glücksmann en el Grand Splendid Theatre. Y resultó que ganaron el primer premio. Vale la pena acotar que quedó tercero Organito de la tarde, de José González Castillo y su hijo Cátulo, y quinto: Amigazo, de Filiberto.
Lo estrenó y grabó en forma instrumental Francisco Canaro ese mismo año, en sistema acústico. Al ponerle letra Caruso, Gardel lo grabó al año siguiente con las guitarras de Barbieri y Ricardo. Curiosamente Canaro volvió a registrarlo el 12 de diciembre de 1930 y nuevamente en forma instrumental. El 15 de octubre de 1930, lo graba con las voces de Ada Falcón y Ángel Ramos, pero con una letra en estribillo que escribe el propio Pirincho y se nota al final del tango un solo de serrucho que realiza Rafael.
Recién en 1947 Nelly Omar canta los versos de Caruso con la orquesta de Francisco Canaro y en 1951 lo hace Alberto Arenas, siendo ambos grabados. Caruso realizó numerosos temas con Canaro y algunos muy exitosos como: Carasucia, Destellos, La última copa, Desengaño, La brisa, Se acabaron los otarios.
José María Otero en "Tangos al bardo"
Escuchemos las versiones de CARLOS GARDEL de 1925 para continuar con la de HUGO DEL CARRIL en el Film Nacional "La Cancion de los Barrios ", para después poder contemplar la interpretación,en vivo, de la cantora porteña, ahijada artística de Azucena Maizani, VIRGINIA LUQUE.
Carlos Gardel
Hugo del Carril
Virginia Luque
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