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domingo, 29 de enero de 2017

33 - QUE ME VAN A HABLAR DE AMOR - (Julio Sosa / Floreal Ruiz / Chino Martínez)

QUE ME VAN A HABLAR DE AMOR” es un tango de mediados de los cuarenta de Homero Expósito y Héctor Stamponi. 

Toda la letra es como la reacción del protagonista ante las “enseñanzas” de algún gil que se agranda y pretende darle lecciones (a él, justo a él) sobre el amor. Y entonces él, que hasta entonces se había mantenido tranquilo con su ginebra espantosa en el bar de mala muerte, se saca el cinto mental y comienza su protesta: “A mí no me vengan a contar cómo se cuecen las habas, porque mientras ustedes van, yo fui y vine varias veces”. 

De entrada en la canción, el protagonista del tango se presenta como alguien que se ganó lo que tiene (su experiencia) a fuerza de golpes y esfuerzos: 

Yo he vivido dando tumbos 
rodando por el mundo 
y haciéndome el destino... 
Y en los charcos del camino, 
la experiencia me ha ayudado 
por baquiano y porque ya 
comprendo que en la vida 
se cuidan los zapatos 
andando de rodillas. 

Él ya sabe cómo son las cosas, y entonces larga la conclusión del argumento: 


Por eso me están sobrando los consejos, 
que en las cosas del amor 
aunque tenga que aprender 
nadie sabe más que yo. 

No dice “Me las sé todas”, sino “también tengo cosas que aprender… pero menos que todos ustedes”. El final de la línea argumental sería que NADIE sabe todas “las cosas del amor”, que todos tenemos que aprender todo el tiempo. De alguna manera, todos somos ignorantes del amor, todos somos iguales; pero algunos, aclara el cantor, somos más iguales que otros, y yo (el cantor, no yo-yo) sé lo suficiente como para darles consejos a ustedes, gilastrunes, porque… 


Yo anduve siempre en amores, 
¡qué me van a hablar de amor! 

O sea: la experiencia está de su lado, pareciera. Él se declara Gardel sin sonrojarse. Sin embargo… inmediatamente empieza a desbarrancar. A desbarrancar mal, contando la verdadera historia: él habrá andado “siempre en amores”, pero en realidad tuvo solo un amor en serio, y lo dejó turulato: 

Si ayer la quise, qué importa... 
¡qué importa, si hoy no la quiero! 

Dice él “no importa”, como la zorra dice “están verdes” ante las uvas que no alcanza. Dice “ya no la quiero”, pero se hace difícil creerle, aunque utilice una metáfora extraña para definir los ojos de su ex(?)amada: no te recomiendo utilizar “sos un ancla” como línea seductora. Ni siquiera si aclaran “sos un ancla linda”. 


Eran sus ojos de cielo 
el ancla más linda 
que ataba mis sueños... 

Pero en el tango, el cantor zafa, porque enseguida aclara qué quiso decir: ella “ataba sus sueños”, y luego ella se fue “de mis cosas” (es decir: de su vida) y “entró a ser recuerdo” (ella entró en su pasado, como pasa en “Los mareados”, ¿se acuerdan?). Y él quedó desanclado, a la deriva, sin rumbo, llevado por mil corrientes (mil amores que no llegan, entre todos, a opacar a aquel, al verdadero, el que le duele). 


Era mi amor, pero un día 
se fue de mis cosas 
y entró a ser recuerdo. 
Después rodé en mil amores, 
¡qué me van a hablar de amor! 

Y la conclusión de esa historia de amor doliente es: “yo me las sé todas”, pero a esta altura ya no le cree nadie. O mejor dicho: uno le puede creer que sabe de “las cosas del amor”, pero más por aquel amor perdido que por los otros mil amores por los que rodó (desanclado y sin detenerse). 

La siguiente estrofa es muy bella, nos recuerda por qué Homero es Homero y nosotros no: el Invierno asesino le echa al cantor “la soga del recuerdo” al cuello, como para ahorcarlo, y utiliza la ausencia como una viga desde la cual echarle la soga. Pero él se suelta, como se suelta “un potro mal domado” (otro tanguero que se compara con un caballo, como en “Por una cabeza”), mañero. Y nuevamente suelto (desanclado, sin rumbo) rompe “las cosas del pasado” como quien rompe una rosa entre las manos… y se clava al hacerlo todas las espinas, claro: no le es gratuito, ese “sabérselas todas”: 


Muchas veces el invierno 
me echó desde la ausencia 
la soga del recuerdo, 
y yo siempre me he soltado 
como un potro mal domado, 
por mañero y porque yo, 
que anduve enamorado 
rompí como una rosa 
las cosas del pasado. 

Ahora, en el presente, él declara “estar viviendo en otra aurora” (pero quién le cree), y pide, suplica: “No me expliquen el amor”. Está muy bien, ese verso: no hay que explicar el amor, es inútil. O se sabe o no se sabe, o se tiene o no se tiene, explicarlo sirve tanto como definirlo: es decir, no sirve para nada. Y él, dolido como está (desanclado), y aunque solo sabe que no sabe nada, igual le alcanza para saber que sabe más que cualquiera: 

Y ahora 
que estoy viviendo en otra aurora 
no me expliquen el amor, 
que aunque tenga que aprender, 
nadie sabe más que yo. 

Es, bajo la apariencia de una historia de puro canchereo, un tango que va bailando por la cornisa del desencanto, pero jamás se cae. 

Les dejo con este tango en las interpretaciones de JULIO SOSA, de FLOREAL RUIZ y la de audio del CHINO MARTINEZ. A disfrutar...  



Julio Sosa




Floreal Ruiz




Chino Martínez


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